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Celebra el Papa misa para indigentes

Numerosas personas sin hogar presencian la homilía que el pontífice les dedicó en la basílica de San Pedro, a pocos días de que concluya el Año Santo de la Misericordia

CIUDAD DE MÉXICO.- El papa Francisco cedió el domingo varios asientos privilegiados a personas sin hogar para una misa en la basílica de San Pedro del Vaticano.

Francisco los invitó a una de sus últimas misas del Año Santo de la Misericordia, que declaró el pontífice y termina el 20 de noviembre.

Algunos mostraban largas barbas, chaquetas manchadas y rotas y, en el caso de un hombre, un gran tatuaje en la cabeza calva que se hizo evidente al inclinarse.

En su homilía, Francisco dijo que Dios y el prójimo son las mayores riquezas en la vida y que «todo lo demás, incluso esta basílica», terminan por quedar atrás.

También destacó «la trágica contradicción de nuestra época» que es que «cuanto más aumenta el progreso y las posibilidades, lo cual es bueno, tanto más aumentan las personas que no pueden acceder a ello».

El Papa describió como «esclerosis espiritual» al fenómeno en el que la gente se centra en producir bienes en lugar de por preocuparse por otros.

Criticó además una sociedad que se está acostumbrando «a este tipo de descarte» y en la que «se adormece la conciencia y no se presta atención al hermano que sufre junto a nosotros o a los graves problemas del mundo, que se convierten solamente en una cantinela ya oída en los titulares de los telediarios».

«Excluir es darle la espalda a Dios. Un síntoma de esclerosis espiritual es cuando el interés se centra en las cosas que hay que producir, en lugar de las personas que hay que amar», agregó.

«Es una gran injusticia que nos tiene que preocupar, mucho más que el saber cuándo y cómo será el fin del mundo», dijo sobre las personas excluidas.

Y añadió: «Porque no se puede estar tranquilo en casa mientras Lázaro yace postrado a la puerta; no hay paz en la casa del que está bien, cuando falta justicia en la casa de todos».

El pontífice argentino subrayó que la «Iglesia apunta la lupa» especialmente «al hermano olvidado y excluido».

«Por derecho y también por deber evangélico, porque nuestra tarea consiste en cuidar de la verdadera riqueza que son los pobres», afirmó.

Recordó que hoy se cerrarán algunas puertas santas, que se abrieron el pasado 8 de diciembre en ocasión del inicio del Jubileo, e instó a los católicos a «apartase de los oropeles que distraen, de los intereses y los privilegios, del aferrarse al poder y a la gloria, de la seducción del espíritu del mundo».

En otra parte de su homilía, Francisco instó a no dejarse «engañar por los predicadores apocalípticos.

«El que sigue a Jesús no hace caso a los profetas de desgracias, a la frivolidad de los horóscopos, a las predicciones que generan temores, distrayendo la atención de lo que sí importa”, declaró.

Excélsior