Tennessee.- Esta víspera de Navidad no será la misma.
Un pequeño de cinco años falleció ayer en los brazos de Santa Claus, luego de haberle confesado -mientras estaba en su rezago- que su último deseo era poder conocerlo.
Aunque desde hace cuatro años Eric Schmitt-Matzen ha trabajado como Papá Noel, nunca había presenciado una escena tan dolorosa.
«Acababa de llegar del trabajo», explicó el hombre de 60 años, cuando recibió una llamada de una amiga enfermera quien le pedía un favor:
Era necesario que acudiera al hospital, ya que un pequeño en etapa terminal lo necesitaba, pues su último deseo era poder ver a Santa Claus.
Schmitt-Matzen le dijo que le diera tiempo para caracterizarse, a lo que la cuidadora respondió: “Simplemente ponte los lentes y tus tirantes y ven de inmediato…No tenemos más tiempo”.
Aunque el sexagenario se dedica a representar a Santa Claus no sólo en Navidad sino todo el año para dar felicidad a los niños, en esta ocasión no imaginó lo que se iba a encontrar.
En sólo 15 minutos, Schmitt-Matzen llegó al centro médico, en el lugar se encontraban familiares del niño enfermo, quienes le entregaron un juguete para el pequeño.
Una vez que entró en la habitación vio que «el pequeño estaba muy débil parecía que estaba ya listo para quedarse dormido», por lo que se sentó a su lado e intentó animarlo.
«Me vio y sonrió, yo me senté en la orilla de su cama y le dije: ¿Acaso escuché que te vas a perder la Navidad? ¡De ninguna manera te puedes perder la Navidad!…», le dijo.
Y continuó: «¿Sabes una cosa?, ¡Eres mi duende número uno, el favorito!, entonces el niño iluminó su rostro y me preguntó “¿De verdad?». «Claro», fue la respuesta del Santa Claus terrenal.
Posteriormente le entregó el regalo que el niño apenas pudo abrir por lo débil de su condición.
«Dicen que me voy a morir», le comentó el niño y preguntó: «¿cómo sabré a dónde voy cuando llegue?, a lo que Santa respondió: “cuando llegues, tu les dices que eres el duende número uno de Santa y vas a entrar de inmediato”.
Justo con ese momento, el niño se incorporó para darle un abrazo y soltarle una última pregunta: «¿puedes ayudarme?»; para después acomodar su cabeza en el pecho de Schmitt-Matzen.
Antes de que pudiera responder, el niño se desvaneció, murió en ese momento.
Dicha situación generó una fuerte depresión en el hombre que caracterizó a Santa Claus, quien incluso consideró abandonar su profesión, pero después recapacitó y volvió a dar alegrías.